11 enero, 2006

[El Regreso.]

Volví después de ocho días de ausencia, ocho días muy densos en sentimientos y vivencias, ocho días cargados de trabajo, ocho días muy cansadores dentro de los cuales cumplí al fin mis 16 años. Creo tenerlos un poco aburridos con ese asunto. La sensación es de casi completa extrañeza, en donde predomina la alegría. Sí, señoras y señores. Aunque ustedes no lo crean, el balance es positivo. Me pregunto por qué no podría ser de esa forma. Pues, la razón es simple: durante los días en que me dediqué a la vida comunitaria y espiritual, acompañada del trabajo apostólico en distintos sectores de Santiago y específicamente en Pudahuel, que significó mi campamento de formación, viví una decepción muy grande, una de la rabias más fuerte y raudamente generadas en la historia de mi existencia y, por último, mi parte de ser humano que solemos llamar corazón fue completamente pisoteada. Aún no me lo explico, pero no me quedé con esa sensación. En mi interior abunda un sentimiento curioso que provocó la gente que conocí, sensaciones que experimenté y las situaciones de las que tomé conciencia. Justo en este segundo, el único "problema" circundante en mi cabeza es uno referente a la identidad: La ya mencionada gente que conocí me encontró como una persona completamente distinta a la percepción que yo tenía de mí mismo unos días antes de partir. "No sé. Me agradas porque eres como risueño y relajado. No te ves para nada estresado." ¡Qué contradicción! Yo pensaba que era una de las personas más acomplejadas y estresadas que conocía. De igual manera, pensaba que ya la seriedad era mi compañera inseparable y que no iba a reirme de cualquier cosa... Resultó ser lo contrario: vaya que me reí. Y a veces ni sabía por qué.
Así fue como de pronto se me contrapuso la imagen del joven (casi pongo mi nombre) de negro con muñequeras, con cinturón enchapado y cadenas, usando zapatillas con punta de metal, encerrado en su pieza y con cara seria, contra el jovencito de polera chillona y naranja, con un dibujo bastante infantil para mi gusto, con blue jeans zapatillas claras pero sucias como si hubiera jugado mucho, que estaba bailando música electrónica con la puerta abierta y con el volumen lo suficiente mente abundante para ser escuchado desde una buena distancia...
¿Cuál es más "yo"?¿Qué me representa más?¿Qué prejuicios van asociados con cada imagen?¿Dónde está el equilibrio? y ¿dónde está el apoyo de la gente?
¿Eso lo cambia todo o la escencia permance? Parece que lo único que no cambia es mi peinado, por chistoso o superficial que eso suene. Sepan que estoy muy tentado de la risa con ese comentario.

[Controversia.]

4 comentarios:

Anónimo dijo...

oe...haz leido a schopenhauer???...sino....leelo o buscalo en internet...creoq te interesará

Anónimo dijo...

¿Sabes lo más gracioso?
Que o era de esas que decían qe eras relajado.
Y es que así te conocí y mi impresión fue que todos eran felices de qe fueras más alegre. =).
Creo qe las palabras de mi amiga te qedaron dando vuelta en la cabeza. Pero de todas maneras, formación es una experiencia qe repercute mucho en las personas, y supongo qe tu aprendiste mucho estos ocho días no?
En fin.
Solo me qeda decirte... qe yo conocí a un rodrigo qe era relajado y qe se reía mucho. Me alegraría saber qe así te veré aki en santiago también
Bsos cuidate mucho
Atte

. v a L e .

Lucas Mundi dijo...

Yo creo que esa faceta de tí no se presentó solo en el campamento, la he visto en otras instancias, y supongo que seguiré viéndola. No me gusta que la gente se niegue a verte alegre. Alguien dijo que tu eres una persona genial cuando quieres serlo, yo me he dado cuenta de que eres genial, sólo hay que buscar un poco mas hondo de lo que muestran los ojos a unos 20 metros.

Anónimo dijo...

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